En la Comarca de Pamplona organizasteis aquella época una experiencia pionera en la recogida selectiva de residuos en Europa. Sabemos que lo has descrito largo en tu «Libro del Reciclaje». ¿Nos lo puedes resumir a nosotros?

Pamplona contaba con una planta en ABORGAN, empresa fundada por Félix Huarte que se cerró en 1978. Hoy se encuentra en Colombia una empresa dedicada a la venta de fertilizantes, que fabricaba compost con restos de comida casera. Esto se hacía en muchos sitios, en la zona de Valencia, de donde salía el fertilizante que tal vez no cumpliera con los estándares de hoy, pero que interesaba a los agricultores. Pero a partir de la década de 1970 la basura empezó a complicarse: aparecieron plásticos y sobre todo el vidrio, ya que se empezó a perder la costumbre de reutilizarlo después de haberlo usado. Dado que el compost así generado daba problemas a los agricultores, finalmente se cerró la planta de ABORGAN, y la Diputación de Navarra autorizó el traslado de los residuos de Pamplona al vertedero de Argiñariz, inicialmente por un año, luego también en el segundo.

En Pamplona, en las Escuelas de San Francisco, organizaron las jornadas “¿Qué hacemos con las basuras?” Para entonces ya había publicado el artículo «Reciclaje: ni el Estado ni los Ayuntamientos saben lo que es», con datos espeluznantes, haciendo referencia a la importancia de la gente que se dedicaba a la recuperación de residuos, los gitanos y los traperos… Pío Baroja ha contado en la conocida «La busca» la vida de uno de estos traperos.

A partir de ahí, Patxi Tuñón, García Tabuenca, Mario Gabiria, etc., que trabajaban en torno al ecologismo en Pamplona, obtuvieron algo de subvención para realizar tres o cuatro nuevas experiencias en la recogida selectiva de residuos. Uno de los tres nos lo dieron a nosotros, a la empresa Lorea, y empezamos en Ansoain. ¿Por qué en Ansoain? Porque siendo parte de Pamplona tanto social como urbanísticamente, tiene el mayor porcentaje de Nafarroa en inmigrantes, en analfabetismo y en carencia de titulados universitarios. Por eso, si funcionaba en Ansoain, nadie podría decir que estas son cosas de Suiza o Alemania. Nuestro punto de partida era que el nivel cultural no tenía nada que ver a la hora de la separación de residuos, al contrario, esas gentes estaban más cerca de la naturaleza, de la agricultura, del pequeño pueblo.

Empezamos a separar los vidrios, los papeles y los cartones, los trapos… y en esto nos pusimos en contacto con Traperos de Emaús, descubriendo el maravilloso mundo de los Traperos de Pamplona. Con los materiales obtenidos organizamos una exposición en Antsoain, con grandes murales explicando cómo se reciclan las gomas, el aluminio, los residuos orgánicos … con restos de alimentos en una cesta, compost, pasta de papel, papel reciclado, para que el público pudiera tocarlos. A partir de ahí le planteé a Julián Balduz, alcalde de Pamplona, que podíamos organizar de una manera mucho más amplia lo realizado en Ansoain en toda Pamplona para dar una solución real al problema de los residuos. Terminamos en el barrio de San Juan separando papel y cartón, ropa y mobiliario, y dentro de San Juan nos reunimos durante una semana en Ermitagaña con la ciudadanía porque lo que queríamos empezar allí no se  había hecho en ningún otro sitio. En Alemania empezaron unos meses más tarde, y entonces no teníamos noticias.

La empresa Lorea la formábamos cuatro hombres y cuatro mujeres. Ya habíamos conseguido que la ciudadanía separar telas, papeles, botes … y queríamos ir más adelante. Algunos de nosotros habíamos leído mucho sobre ecología, dos mujeres eran biólogas, y decidimos que el siguiente paso tenía que ser separar los residuos orgánicos fermentables, restos de comida, ramas vegetales, etc. Y es que si los ciudadanos separaban lo orgánico, el resto de los residuos estarían secos y muy fáciles de separar y aprovechar.

Tras una campaña muy detallada, el 21 de marzo de 1983 comenzamos la recogida selectiva: orgánica por un lado y todo lo demás por otro. Elegimos Ermitagaña porque era tan popular como Antsoain y estaba más avanzado. Es decir, en la fundación de Ermitagaña hubo cooperativas, por lo que tenía una estructura social organizada, era un barrio muy participativo. Nos dirigimos a sus líderes naturales, no les convoqué a reunirnos con nosotros, no, nosotros íbamos a sus reuniones. Recuerdo un grupo de casas: cuando investigábamos sus bolsas, las verdes estaban siempre llenas cien por cien de orgánicos y las azules del resto de residuos.

Les mostramos algunas de esas bolsas azules a los que se dedicaban a la recuperación de materiales y enseguida les interesó recogerlas porque veían que podían aprovechar la mayor parte de ellas. Con el orgánico, en cambio, empezamos a hacer compost en el propio vertedero de Argiñariz. Contratamos a los de la comunidad de Lanza del Vasto para abrir las  bolsas de plástico y usando las máquinas del vertedero hicimos compost para mostrar a los políticos que el compost lo hacen las bacterias, la naturaleza, que eso no exige inversiones… si no lo haces en grandes cantidades, quiero decir.

Puedo contar mil anécdotas desde mi experiencia en Ermitagaña. Teníamos dinero para la campaña, pero no demasiado. En el barrio había peluquerías, una escuela para mujeres… y yo recurrí a ellas para pedirles en la presentación de la campaña que nos comunicaran lo que los ciudadanos pensaban, lo que escuchaban todos los días. Es un sistema muy barato y muy fiable, más fiable que las costosas encuestas. Además, imprimimos los carteles com las instrucciones de la recogida selectiva y los entregamos a las mujeres en paro… y los quitábamos al día siguiente de lo anunciado, por supuesto, para que la gente no viera que dejamos residuos cuando se dice que no hay que dejar residuos. Hicimos un reportaje sobre cómo diferenciar los residuos, en la cocina de una mujer voluntaria, para mostrarlo en Telenavarra. Con la voluntad de la gente de mejorar las cosas puedes conseguir grandes logros.

El otro eje que nos has mencionado antes ha sido la visión alternativa de la sociedad.

Sí, que la gente participe en las decisiones. En aquellos años, en aquella operación que organizamos con la recogida selectiva de residuos, me interesaba más mostrar que los nuevos problemas que estaban surgiendo, especialmente los relacionados con el medio ambiente, no podían ser resueltos más que por su conocimiento y cambio de conducta. Con esto, por un lado conseguimos solucionar el problema y, por otro, ayuda a compartirlo, a socializarlo. La política no puede ser lo que ha sido hasta hoy.

Antes de entregar el proyecto a nuestro grupo le dije a Julián Balduz, entonces alcalde de Pamplona: «Si nos dais la concesión, debe ser con la unanimidad de todos los partidos, en el tema de la ecología no es posible que unos separen los residuos y otros no, que haya unos a favor de la energía fotovoltaica y otros no. Tenemos que organizar este movimiento de otra manera.

Siempre he estado en contra de la creación del Partido Ecologista. Imagínate que yo era fundador de la revista ‘El Ecologista’, pero no me interesaba el partido. Este es otro concepto que nos afecta a todos…

Lo que hoy se llama «transversal», quieres decir

Tuvimos la suerte de tratar el tema de los residuos en las escuelas de Antsoain con el que fuera inspector de enseñanza en Navarra, que decidió no decir nada. Tras dos años trabajando estos temas decidimos junto con los maestros y el director de la escuela, hacer una huerta durante el año que correspondía al séptimo curso de EGB, el sueño de la comuna de Berlín. Los niños y niñas hicieron la Huerta, hicieron el compost, serraron las tablas… Además publicamos un material escolar, en euskera y castellano, que se presentó en la Feria de Fráncfort. Haciendo el huerto demostrábamos que no hay que distinguir entre trabajo manual e intelectual. En la escuela aprendían los conceptos necesarios, bacterias y hongos a partir del compost, productos químicos que los  matan,, reacciones, qué es la sierra, calcular cantidad de madera necesaria, cómo conseguirla gestionándola con el aserradero

Fue maravilloso. Los niños y niñas traían el orgánico de casa, ahí se anticipaba cómo debía ser la futura Iruñerria, los niños y niñas aprendían haciendo huerta y compost, y a medida que crecieran ellos y ellas no tendrían que perder ni tiempo ni dinero en propaganda, etc.,

lo tendrían aprendido. Hoy me acuerdo de aquellos tiempos y me digo a mí mismo: «¿Pero cómo fuimos los ingenuos suficientes para pensar que las cosas irían por ahí?». Pero los que lo hicimos podemos decir «lo conseguimos y funcionó».

…El sueño de Ansoáin era que en las escuelas los niños aprendieran y hicieran que, físicamente, no había que distinguir entre trabajo intelectual y manual, que no hubiera discriminación de sexo. ¿Que había que aserrar la madera? A los quince días las chicas manejaban bien la sierra  y otras labores…

Y, sin embargo, todo aquello se fue al  carajo

Se fue al carajo básicamente porque los fabricantes de envases, entre ellos la patronal de los vidrieros, la Asociación Nacional de  Fabricantes de Envases de Vidrio, (ANFEVI), tenían una estrategia para ello, copiada de Europa. Los fabricantes de vidrio habían decidido eliminar de raíz la devolución de los envases, que se hacía desde siempre. En Gipuzkoa, por ejemplo, los sidreros estaban a favor de devolver las botellas. También la patronal del cava en Catalunya. La botella se paga según el peso del vidrio. Como las botellas de cava estaban unificadas, a medida que los recuperadores las recogían y las lavaban se las vendían a los cavistas; estas botellas usadas costaban la mitad de las nuevas.

Nosotros pusimos en marcha la planta de recuperación del vidrio en Pamplona, RECRISA, con capital privado, y las botellas allí recogidas pasaban todos los controles y luego nos salían a mitad de precio de la nueva. El sector de envases vio un gran negocio al abandonar este sistema de recuperación y la generalización de los envases de usar y tirar. En «El libro del Reciclaje» tengo escrito que ANFEVI cerró RECRISA de Pamplona haciéndole boicot, varias veces me han amenazado con llevarme a tribunales porque lo dije; que me lleven, y allí tendremos la oportunidad de explicarlo largo y tendido.

En Pamplona perdimos la batalla. ¿Qué pasó en Europa? Fundaron la European Recovery and Recycling Association, el Club de los Residuos creado en España y similar al ISR Instituto de la Sostenibilidad y los Residuos, un lobby europeo para la promoción de envases desechables. Ese lobby financió el hundimiento en toda Europa de  los  sistemas de recogida como el que nosotros teníamos en Ermitagaina. En Europa iban por nuestro camino en muchos sitios. En Cataluña se iniciaba el plan de residuos de 1994 señalando la importancia de la recogida separada de orgánico, etc. Pero los fabricantes habían decidido poner vasos de usar y tirar, ahí se juegan un montón de millones.

Podría pasarme horas hablando del negocio que hay en torno a los residuos. Por eso, lo que están haciendo aquí con la recogida del Puerta a Puerta es sorprendente. Los vascos debéis tener algún gen raro para proponeros una cosa y luchar por conseguirla. Seguro que provocáis dolores de tripa a gente como Xabier Garmendia [viceconsejero de Industria y Energía del Gobierno Vasco, redactor de los planes de residuos de Gipuzkoa y Bizkaia, jefe de empresas de residuos y cementeras] y demás.

¿En el fondo, por qué crees que se cortó todo aquello?

Sin duda nos adelantamos demasiado. El ejemplo no se extendió. Al final, la profesora Tere Sáez, que estuvo con nosotros en esta experiencia de Antsoain  una mujer muy amable, nos comentó que el director preguntaba si no queríamos grabar un vídeo de aquella experiencia para que quedara huella. Después de todo lo que hicimos, ¿podríamos dejar alguna pista? Pero aquella experiencia no interesó.

Otra de las cosas que hicimos fué un taller de xerigrafía para que, con el papel reciclado que hacían  los chavales pudieran aprender a hacer una revista y difundir las noticias. Trajimos de Barcelona a un experto que maquetaba la revista «Alfalfa» y les enseñó. Al principio se apuntaron los profesores, pero el grafista pronto se dió cuenta de que perdían interés y que la única que realmente quería aprender entre los adultos era la mujer que se dedicaba a la limpieza. Puestos a intentar cambiar las cosas, nuestro motor tenía más revoluciones que las de los demás.

¿En qué se convirtió? Un programa de difusión de la experiencia del Gobierno de Navarra a toda Iruñerria (cuenca de Pamplona). Se formó un equipo más amplio, con furgoneta incluida, que proponía la participación de los centros escolares. El primer modelo proponía una conferencia en la que se presentaban unos murales para organizar la exposición con temas compostables (pieles de patatas, manzanas podridas) mostrando el compost al lado, trozos de aluminio, latas usadas, etc. y al lado una lata nueva, lo mismo con el papel, viejos papleles por un lado y al lado papel reciclado, lo mismo con neumáticos …

El siguiente modelo era el de los talleres. Y el tercer modelo, la huerta. En este costaba más que se apuntasen, diríamos hoy que querían algo más «light». Pero lo peor no fue eso. Nuestra intención era que los materiales creados  NATURALEZA BASURAS Y RECICLAJE EN LA ESCUELA –libro del profesor, libro del alumno-, editados en euskara y castellano, que recibieron los premios del Ministerio de Educación– fueran la nueva introducción del libro de texto que la Diputación de Navarra difundiría con respecto al medio ambiente, incluyendo el compostaje y la recogida selectiva de residuos, para toda Navarra. Para ello, por supuesto, esta recogida selectiva debía ir multiplicándose en Pamplona. Y cuando estábamos en lo mejor, con un gran éxito en Ermitagaña, empezaron a empeorar las cosas.

¿Cómo es que se torcieron?

Por un lado, la continuidad de la experiencia no consiguió el apoyo de los partidos de izquierdas en el Pleno del Ayuntamiento. Nosotros desarrollábamos todo este trabajo con muestra empresa llamada Lorea y yo desde el principio había pedido que el contrato fuera para un año, renovable. Ahora comprendo que me equivoqué. Llegó el día de la renovación del contrato, Herri Batasuna pidió un receso en el pleno, se unió a Alianza Popular y mandó a la mierda la experiencia.

Por el otro lado, teníamos la industria de los residuos muy encima. La European Recovery and Recycling Association hacía lobby en toda Europa. Intentaban acabar con el mercado de los envases reutilizables para implantar los de usar y tirar. En medio de este lío, Consorcio de Aguas de la Comarca de Pamplona creó la sección de basuras. A mí me ofrecieron ser director general, pero me daba cuenta de que si entraba por medio la empresa privada, nuestro modelo no les iba a interesar en absoluto. Ya lo  había visto suceder  en otros sitios, sabía lo que iba a pasar. Ayudé al alcalde Balduz a elegir al director, pero yo me aparté porque sabía que iban a echar patas arriba nuestra experiencia. Porque no era del agrado de la industria de los residuos.

Es la época en la que deben producirse los incidentes en torno a los vertederos.

De ahí surgió la puesta en marcha del vertedero de Argiñariz, que anteriormente estaba paralizado, hasta ver qué ocurría con la recogida selectiva. Porque el alcalde Julián Balduz vio que era posible. Pero cuando se interrumpió y entró la empresa privada, ésta estableció la solución tecnológica a la que tenía acceso, el vertedero. Es decir, con grandes inversiones, camiones, básculas, etc.

Ahí dijeron los del  Valle de Aranguren que no. No querían vertederos. Al frente de la lucha estaba el sacerdote de Labiano. Surgió un conflicto muy violento. Tuvo que entrar la Guardia Civil, el ingeniero que se encargaba de las obras tuvo que abandonar la casa. Yo ya había jurado que no volvería a trabajar en los  residuos de Navarra ni a cambio de todo el oro del mundo. Una noche me llamó una persona destacada de Navarra: «Alfonso, alguien puede morir en el conflicto de Aranguren. Nos tememos que al final ETA vaya a intervenir en esta salsa. El cura de Labiano no acepta a nadie para hablar sino a usted». Y vine. Imagínate hasta dónde he estado metido en la Comarca de Pamplona…

Entonces decidieron hacer el vertedero. Ahora, en cambio, quieren hacer una planta de incineración.

Hay que saber que la industria del agua y de las basuras y la del ladrillo, la de la construcción, son una misma. En aquella época era un vertedero controlado la respuesta que tenían en España para los residuos. Es decir, un vertedero para más de un pueblo, a veces para más de una provincia. Recuerdo que la Diputación de Valladolid encargó a  nuestra  empresa Lorea un estudio sobre el vertedero que proponía el Gobierno de Castilla-León -aunque sean del mismo partido. Fuimos al enorme vertedero que acababan de hacer y tuvimos que andar con el coche de vuelta y vuelta para encontrar alguna basura, que no podíamos encontrar, tan grande y tan escasa era el residuo que creaban los pueblos.

Este sistema incluía grandes camiones, contenedores en los pueblos, grandes carreteras, grandes movimientos de tierras, todo grande… eso era lo que la industria del ladrillo podía hacer con los medios de entonces. Cuando se dieron cuenta de que eso no daba tanto beneficio, entonces vienen los vertederos de estilo europeo: debajo las gravillas o el geotextil, los sistemas de drenajes, el sistema del aprovechamiento del biogás, la transformación de gas en electricidad con la central reguladora… Modelo? Asturias.

los residuos de Asturias, industriales, peligrosos, todos, los depositan en un valle. Es increíble. Dicen que para encauzar miles de tubos de gas, el regulador, crean la energía Todos que necesitan y además exportan… «dicen», digo; estoy pidiendo datos y todavía estoy esperando. Pero se llevaron al príncipe Felipe de España y dijo: «Este es el modelo a seguir»  sin tener la menor idea. Merecería la pena mostrarlo en la hemeroteca, que hoy es un sistema ilegal, y a partir de ahí empezaron a visitarlo los ingenieros como peregrinos. Hablamos de las épocas 1988-90.

Este sistema se basa en construcciones costosas y centralizadas como las de la energía nuclear. Porque nadie más que los grandes capitalistas puede hacer este tipo de inversiones. El gran capital, la concentración del capital, la dictadura del capital  llámelo como quiera, se están cociendo en el mismo caldo.

Ahora han llegado las plantas de incineración. La incineración que se extendió  en Alemania se originó cuando se prohibieron los vertederos en Alemania. Tenía un movimiento ecologista fuerte, una gran concentración de población, una industrialización muy fuerte, apenas quedaba espacio para dejar las basuras… y apareció la incineración. Todos los  grandes procesos industriales están basados en la incineración, da igual que sea una fundición, la metalurgia, el corazón reside en el horno. Por lo tanto, «¿por qué no vamos a quemar también los residuos?» Y se explica la incitación.

Luego aparecieron las dioxinas y los furanos, que parece que fueron encontrados por un laboratorio holandés como huellas que entonces no podía interpretar por tratarse de compuestos químicos desconocidos. Estos análisis, al parecer, los tuvieron guardados durante un par de años y al final fue el movimiento ecologista alemán el que denunció que esos productos químicos habían aparecido y estaban relacionados con la incineración. Y en Alemania partió el movimiento contra las incineradoras.

Pero, claro, la industria tenía que amortizar las grandes inversiones realizadas en incineración, tremendamente grandes. La economía de escala manda que se hagan cada vez más grandes, como las incineradoras,  los aviones, véase el último Airbus. Allí entrarían todos los habitantes del lugar de nacimiento de mi madre, y habría más espacio aún. Ahora bien, no es posible que este avión caiga, ya que dispone de sistemas de navegación muy avanzados que no tenían los anteriores, independientemente de que se trate de un avión o de una incineradora, el nuevo aparato no tendrá los defectos del modelo anterior.

Por lo tanto, como tenemos que rentabilizar las inversiones, ¿a dónde vamos a enviar las incineradoras? Protección del medio ambiente, desarrollo industrial, presión ecologista, etc. a países inferiores a los de Alemania. Nadie se salva. Eso sí, es curioso, el país que tiene menos incineradoras son Estados Unidos, el imperio, el que tiene más población, el que tiene más desarrollo industrial … y el que menos tiene centrales nucleares, aunque es el que tiene más armas nucleares.

Tengo un escrito de algunos científicos estadounidenses en el que explican cómo grandes corporaciones gigantes que producen instalaciones increíblemente costosas se van  por el mundo estudiando dónde hacer una nueva instalación para sacar un mayor rendimiento a las inversiones. Claro que ahora lo más caro ya no es la incineración, es más caro el plasma. Por eso conté cómo en la capital del Mindelo de Cabo Verde, uno de los pueblos más pobres del mundo, un concejal me preguntó: «Alfonso, ¿tú qué opinión tienes sobre el plasma?».

Por eso ocurren cosas tan escandalosas como la construcción de una fábrica de plasma con fondos de solidaridad internacional. Para hacer una comparación, eso es comprar un Rolls-Royce para recoger patatas en el campo. O coger un avión para ir de Madrid a Toledo.